Aislado por las montañas o en la ribera del río, el vasto territorio arouquense guarda antiguos pueblos que casi parecen inmunes al paso del tiempo. Algunos de nuestros favoritos. A) Paradinha: en la orilla del río Paiva, este encantador y cuidado pueblo con caminos recuperados que conectan todas las casas de pizarra tiene un ambiente de verdadera fábula, con la capilla en primer plano. En agosto suele ofrecer conciertos de música clásica, los Sonidos de Agua. B) Rio de Frades: Se especula que este asentamiento fue fundado por frailes Jesuitas que, durante la época Pombalina, se refugiaron allí durante la extinción de diversas órdenes religiosas. Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes transformaron esta área en una operación industrial para extraer tungsteno y uno de los túneles de estas minas abandonadas es ahora una ruta de paso que conecta el bosque con una entrada mágica a una serie de cascadas espectaculares. C) Cabreiros: Aunque escondido en las montañas, este pueblo tiene un fuerte legado histórico vinculado a la Orden de Malta y es parte del mapa del «oro negro» durante la Segunda Guerra Mundial. D) Meitriz: Rodeado graciosamente por el río Paiva, entre las montañas de Montemuro y Arada, este será quizás el pueblo que más tiempo ha cautivado la imaginación de los visitantes del interior arouquense por su enorme belleza natural. E) Drave: este pueblo aislado y deshabitado tiene una imagen única, como si saliera de una película de fantasía debido a los campos que, atravesados ​​por el río, son meticulosamente pastoreadas y pisoteadas por rebaños. Sin fácil acceso, para llegar es necesario caminar por un sendero de 4km que parte de Regoufe, donde también se pueden visitar las minas de tungsteno abandonadas.